martes, febrero 12, 2013

Ha nacido una estrella. O una bestia. O algo

Carlos III en un posado informal al terminar el partido
Un ciclón, un huracán, un tornado; una fuerza de la naturaleza desatada. Un gigante, un centauro, un coloso; un ser mitológico en busca de la gloria. En todas estas exageradas cursilerías y en muchas más se convirtió Carlos III cada vez que invadía, con zancada dominante, la zona del rival.

Si la hinchada empezaba a preguntarse mosqueada el porqué de su fichaje, la respuesta estaba en este partido. No ha tardado tanto en llegar, que una docena de encuentros, en la larga vida de los deportistas de MdL, apenas es nada.

Un ciclón, decíamos, que barrió a su paso con los brazos de los rivales, incapaces de sujetar el brío inagotable del nuevo purasangre. Qué manera de rebotear, de brincar y de hundirla una vez tras otra en la canasta contraria.

Así, sus compañeros, avisados al poco de empezar de la singular exhibición que se avecinaba, confiaron en él para rematar a un equipo que, a pesar de la avanzada edad de sus componentes, pecaba, casualmente, de bisoño. Mire usté qué cosas.

Pero no fue esta la única irrupción inesperada de este encuentro, no. Gloria daba ver al presidente, justificado esta vez su poco elegante atuendo, finalizar los contraataques, feliz y veloz cual liebre que corretea a sus anchas por el campo. Gustavo también tuvo sus oportunidades surcando la pista a toda velocidad pero, modesto como es él, prefirió dejar que los focos alumbraran a quienes estaban siendo injustamente puestos en la picota.

No sería razonable terminar este repaso al partido sin hacer notar que el Ibaka de Ortigueira pudo ponerse las botas, gracias a que él jugaba en el primer piso mientras los rivales trataban de colgarse de sus brazos con tímidos botes desde el entresuelo. Sin duda, en caso similar al de Gustavo, la humildad y bonhomía de nuestro hombre más septentrional le impidieron hacer más sangre de este equipo que, visto desde su altura, no debía de resultar mayor que una familia de pigmeos.

En todo esto puso un poco de orden el cerebro del equipo, Ángel, que fue el único que mantuvo la calma y que puso la pausa en un partido de excelsa calidad.

Nota al pie: A la voz de “no estoy pagando unas cañas, estoy comprando mi hoja”, Carlos III aflojó la guita para satisfacción de los compañeros. Es triste reconocerlo, pero según está el periodismo español, este redactor, necesitado de pan (que de circo ya va sobrado) se ha bajado los pantalones escribiendo lo que ustedes han tenido la mala suerte de leer. Lo sentimos de corazón y podemos asegurar que no volverá a pasar… ¡hasta que alguien se pague otra ronda!

Postpartido

Pablo, ese vertiginoso felino demostró que su velocidad es incomparable en casi todos los terrenos. El chaval ahora se nos va a Toronto, a probar fortuna en los Raptors. Enloquecido de alegría, anunció con su habitual presteza que se iba a pagar una ronda. Con la misma endiablada rapidez salió zumbando del bar en cuanto Carlos III se hizo cargo (por las oscuras razones que ya conocemos) de las cañas. Prometió mientras salía escopetado que el jueves, al finalizar su último entreno, cumpliría su juramento. ElJose espera ansioso la mejor cerveza de su vida.

El pabellón macabeo registró una de las mejores entradas de la temporada, especialmente en lo que a jóvenes se refiere. La cantera estuvo presente y dejó constancia de su incondicional amor por los colores y sus ancestros. Como muestra esta magnífica pieza que no desentonaría en, por ejemplo, “micos por el mundo” o cualquier cosa así.



Muy comentada fue la actuación del chupón oficial del equipo, que al principio no quería tirar y cuando se animo a tirar no quería meterlas. Dada la gran actuación del equipo de sus amores en la reciente Copa del Rey las comparaciones fueron inevitables.