Gloriosa jornada de victoria y hermanamiento del equipo
macabeo que se dio por la tarde un festín de canastas y por la noche otro de
chuletones. Ese es, sin duda alguna, el camino del éxito.
Jugando a medio gas, sin forzar la máquina, que la temporada
es muy larga, MdL se impuso a un equipo de mozalbetes imberbes que, además, deben
de ser consumidores habituales de series, libros o películas de esto que está
tan de moda de los vampiros. Tienen los chavales tan interiorizado lo de los
chupasangres que se dejan su rojo elemento vital en la nevera de casa y sin sangre, aun con
dieciocho años, no hay quien juegue. ¡Despertad, carajo! Y corred un poco de paso. Tiene
cojones que los únicos contraataques los hiciera el equipo más veterano. Quizás
ayudara también que nuestras camisetas, con el viento a favor, se despliegan y
nos ayudan a contragolpear mejor.
Jugar con gafas o no jugar, esa es la cuestión. Si cada vez
que te pasan la pelota te da en la nariz, se te caen las gafas al suelo, te tropiezas
y terminas cayendo tú mismo, chico, tienes un problema. Puedes cambiar de gafas
por unas con las que veas el balón venir o puedes practicar un deporte donde
los objetos no te vengan a gran velocidad. Esto lo veíamos todos pero, claro,
estos chicos tenían sus padres y tampoco vamos a meternos donde no nos llaman.
Si en el partido de vuelta siguen igual es posible que reciban algún sutil
consejo para evitar males mayores. Lo que tiene la edad es que nos hace
responsables y no queremos que ocurran desgracias en el terreno de juego.
Dichas todas estas sandeces, lo cierto es que nos llevamos
un partido feo, malo, aburrido y pitado por un señor a la altura de los dos
equipos. Un tostón, vamos. Nos pones en lugar del Estudiantes y no se entera
nadie del cambio.
Fernando faltó luego a la cena, pero es normal porque ya se
había merendado unos pocos niños en el partido. En el lado opuesto quedó
Gustavo, que debió de pasar verdadera hambre durante el encuentro. Gustavo, alma
de cántaro, ¡tira a canasta!
La cena
No, no fue la última porque estas cosas alimentan la unión y
la fuerza del equipo. Como siempre dice Javi, “Uno a uno no somos nadie pero
todos juntos somos inmortales” (o algo así). Degustamos las viandas con
abundantes risas y no menos vinos y cervezas. La única duda que quedó al final
de esta agradable velada fue saber cuándo será la siguiente. Se admiten, por
supuesto, propuestas aunque ya hay un sector, posiblemente unipersonal y chupón, que
aboga por recuperar la entrañable fabada para la cena.
Rueda de prensa
No hubo. El presidente estaba en el cole y no llegó a
tiempo. El resto se fueron a preparar la cena y Jorge, nuestro pulmón incasable,
se fue a nadar. Con un par. Durante la ronda de cañas posterior no se dijo nada
interesante, la verdad. Sólo se recalcó el momento del enfrentamiento delJose
con un niño al que sacaba dos cabezas y doblaba en peso. José, coño, no abuses.
Es curioso esto de que los rivales lleven a sus padres a las
gradas y nosotros a nuestros hijos. Ah, no, perdón, que el sábado jugamos más
solos que la una. Ya veréis, ya, como en el próximo partido, al calorcito de la
victoria, hay más público. Nos falta un Mourinho que le diga a nuestra
acomodada afición tres o cuatro cosas.
Parte médico
El único lesionado de la jornada fue Mauro, el pequeño
gallego hijo del gran gallego, que fue operado de vegetaciones. No sabemos si
eso es algo interno que tienen los niños o que el chico le tiene alergia a la
verdura. Si es por lo segundo, medio equipo debería pasar por la mesa de
operaciones. ¡Ni una hoja de lechuga se consumió en toda la cena, oiga! Qué
manera de zampar colesterol, señor. Mauro, por cierto, estupendo y, suponemos, comiendo
vegetales de nuevo.
Datos
39-27, el resultado fue 39-27. No, no jugamos al balonmano. No, en nuestro equipo nadie lleva gafas.
Datos
39-27, el resultado fue 39-27. No, no jugamos al balonmano. No, en nuestro equipo nadie lleva gafas.
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