Lucha, garra, salvajismo, fiereza, instintos primitivos... Todo eso y mucho más estuvo a punto de darle a MdL su primera victoria de la temporada en un último cuarto trepidante que empezó con diez puntos de desventaja y terminó con el aro rechazando el triple que, a menos de un minuto del final, habría puesto el empate en el luminoso. Esto del luminoso, que quede claro, es una metáfora. El partido sirvió para el debut de José, la nueva torre de vigilancia en la zona, y de un tío cojo en el puesto de entrenador.
Capitaneada por Frankie, pulmón incombustible, hasta seis veces robó el balón la heroica defensa de MdL en el principio del cuarto decisivo. Por desgracia, los esfuerzos defensivos no se veían acompañados por el acierto en ataque. La jugada estrella del equipo rojillo, esa en la que los cinco jugadores basculan hacia un lado y se aturullan, no terminaba, inexplicablemente, de dar sus frutos. Aun así, la defensa no se vino abajo y poco a poco las canastas fueron llegando para poner el marcador, a falta de un minuto, sólo tres puntos abajo.
Llegados a ese punto, Javier tomó la responsabilidad y decidió jugarse el triple decisivo. Javier, ignorante él en realidad del resultado en ese momento, puso un nudo en el estómago del mister que veía como su futuro se decidía en el vuelo caprichoso de ese postrero balón. Tocó aro, que no es poco, pero no entró.
El rebote cayó del lado equivocado forzando a MdL a cometer una falta que dejaba en manos del azar una nueva posibilidad de intentar la machada. El primer tiro libre no entró y el segundo, después de tres perezosos botes en el aro, acarició suavemente la red sepultando con esa caricia cruel las ilusiones de los macabeos, que ya no pudieron hacer nada más que rendirse ante el poder enorme de uno de los equipos punteros, no ya de las ligas municipales, sino del baloncesto de la capital. Este despistado cronista lamenta de veras no acordarse del nombre de tan magno equipo. Otra vez será, pero ¿quién cojones lleva el servicio de documentación de este club?
Antes de este trepidante último cuarto hubo otros tres más. Jugamos regular, haciéndonos los despistados mientras preparábamos la estrategia para la gran traca final.
RUEDA DE PRENSA
Preguntado Juan por los sistemas de ataque, el entrenador fue muy claro y como una rata cobarde se quitó la responsabilidad de encima. “Yo les ordenaba de forma muy sencilla las jugadas. Pase del base al alero, del alero al base, vuelta al alero. Así hasta mil y cuando la defensa estuviera suficientemente mareada, dársela a quien fuera y que ese metiera la pelotita por el aro”. “Sin que hubiera explicación alguna -continuó- los jugadores se empeñaron en contradecir mis órdenes, hacer piña en una esquinita del campo, tropezarse unos con otros y tirar a la buena de Dios”. “Yo, contra eso -concluyó- no puedo hacer nada”.
La llegada de José Manuel Hernández Grande (así se llama la torre de vigilancia, no es coña) fue otro de los temas tratados. Carlos se refirió a él como “la luz al final del túnel, el foco de esperanza y el haz de ilusión que el equipo necesitaba”. En el partido no quedó constancia de que tantos halagos románticos estén justificados, pero sí en el tercer tiempo en “La Chelito”, donde rindió a la altura de los mejores. Tiene, además, los mismos bárbaros gustos musicales que Gustavo.”La que nos ha caído encima”, se oyó al fondo del bar, mientras hablaban de gentes tan elegantes como Manowar, Dio, Aironmaiden y otras estrafalarias formaciones de greñudos escandalosos.
Más temitas. Los servicios médicos del club fueron puestos en tela de juicio por la prensa debido a la plaga de lesiones (dos, si contamos sólo las físicas) que asola a la plantilla macabea. Carlos recomendó a los lesionados que se mantuvieran hidratados convenientemente. Es decir, que se terminara de una puñetera vez la rueda de prensa y que empezara ya el tercer tiempo para evitar males mayores. Todo el mundo mostró su profundo acuerdo y el desfile a “La Chelito” comenzó sin la menor dilación.
Allí se habló de muchas cosas (no del partido, gracias a Dios), entre otras de qué leches hacía Jorge pirándose antes para llevar a su niña al teatro (que le costaría una pasta) cuando si la hubiera llevado al partido habría visto el circo totalmente gratis. Es que hay gente pa tó.
Tuvimos el apoyo furibundo de los cuñados del león Fernando, que se trajo a su hija Berta (¿lo ves, Jorge?). Nunca podremos agradecerles a esas buenas gentes que aguantaran hasta el final sin reírse de forma demasiado evidente. Gracias de corazón.
Frankie (5), Fernando (5), José (4), Jorge (4), Javi (4), Carlos (2), Constan (2), Gus, Chalie y Manuel.