Incomprensiblemente quedaron contrarios vivos y por eso
pudieron terminar el partido. Debió de ser un milagro. O varios, porque hay que
ver qué forma de revolcarse por el parquet, de caer fulminados al contacto cual
miliciano ajusticiado ante el paredón.
Y hay que ver, también, qué sublime puntería la de los
chicos de MdL, que con precisión milimétrica, la precisión del asesino a
sueldo, acertaban siempre, pero siempre, en la boca de los contrarios.
Sorprende constatar que al final, tras tantas agresiones desmesuradas, alguno
conservara una pieza dental en sus cristalinas mandíbulas.
Durante muchos
minutos el espíritu de Juan Carlos Navarro y Rudy Fernández sobrevoló
por las pistas del Daoiz y Velarde. No, no es que las enchufaran como ellos,
no, es que, igual que esas superestrellas, parecían morir tras el menor
encontronazo.
Y dicho esto, que es verdad con un poco de literatura,
palmamos. Básicamente porque con tanta sangre en las manos no acertamos mucho con el aro.
Cansados no estábamos, no, que esta temporada el banquillo tiene una
profundidad tal que en lugar de entrenador lo que necesitamos es un
espeleólogo. Lo que pasó fue, simplemente, que no las metimos. Oportunidades
hubo, pero no se aprovecharon. Y en este deporte, si perdonas, te matan. Y,
como todos sabemos, el fútbol (de canastos) es asín.
Postpartido
El espectáculo, aparte de los asesinatos en serie, llegó en
el vestuario. Primero entró Pablo, ese jugador con molinillos en lugar de piernas, que
se encargó de llevar el ritmo a la ducha con unos altavoces que habrían causado
furor en Harlem. Javi aprovechó que estábamos de fiesta para estrenar el look
que puede verse en la ilustración que acompaña a esta crónica. No, no es
agradable, pero un documento de ese calibre debe ser difundido. Si tenemos un
jugador capaz de perpetrar
semejante crimen, merecemos la derrota. Esta y muchas más. Él, por su parte,
merece un correctivo.
Dicho y hecho. El Jose, como si leyera los pensamientos de
la junta directiva, fue ver entrar a Javi con sus calcetos en la ducha y
pedirle el jabón. Esos cuerpos, ese jabón, la música de Pablo… Javi, te
acompañamos, poco, en el sentimiento.
Fisuras en el equipo
Al poco de terminar el partido las redes sociales captaban
el descontento de los aficionados. Pero no sólo eso. Uno de los jugadores de MdL
utilizó su “guasap” para señalar con nombre (pero sin apellidos) a dos macabeos
como causantes de la derrota. No queremos dar pistas para no hacer más sangre,
pero sí diremos que el chivato, un rookie, por cierto, no pude usar “mac” por contrato y que los
aludidos son un chupón demente y el hombre más feliz del mundo cuando tiene una
cerveza en la mano. La flojera con el teclado pone a la entidad al borde de la
quiebra. La directiva tiene que tomar medidas. Las de Jose no hacen falta, Javi
se las tomó en la ducha.
Baja médica
Si ducharse con calcetines predispone para la derrota
(incluso aunque la ducha sea después) hay actitudes y ausencias que hacen difícil
conformar un grupo sólido y con aspiraciones. Jorge, el pulmón de MdL, no fue
de la partida en este difícil encuentro por una baja médica. El diagnóstico decía
lo siguiente: “Como vayas a jugar, te lesiones y no podamos ir a Brasil te vas
a pasar el resto de tu vida corriendo para evitar la manta de palos que voy a
darte. Con cariño, Esther”. Así no hay quien haga un equipo. Repitan todos
conmigo: CAL-ZO-NA-ZOS.
Pero a ver quién tenía huevos de vestirse de corto con
esa amenaza.Que desde la barrera todos los toros parecen gatos. Miau.