La primera señal del Apocalipsis fueron los escasos ¡tres! lanzamientos de Constantinopoulos. Nunca había ocurrido algo similar. Al final del partido, los miembros de MdL se mostraban preocupados a la par que contentos por disponer de más tiros para ellos. Beneficiado se vio, por ejemplo, Juan Carlos, que de ser un consumado padelista ha pasado a convertirse en un fino y elegante tirador. Y eso que en verano no ha tocado una pelota; de baloncesto.
Hasta aquí las advertencias menores. Esto se podía confundir con el fin del mundo o con el fichaje de Cristiano Ronaldo por el Madrid. Lo verdaderamente preocupante, lo realmente impactante, lo que nos acerca al juicio final son los tremendos ocho puntos de Manuel, el gallego durmiente. Nunca se vio cosa semejante. Manuel se fajó con los bigardos contrarios cual Pau Gasol reboteando entre enanitos de jardín. Manuel fue un coloso, ¿qué digo un coloso? Un titán, una fuerza de la naturaleza desatada. A Manuel la paternidad, lejos de quitarle fuerzas, lo ha convertido en un semidios cuyo rendimiento, si ya es sobresaliente en la pista, alcanza cotas olímpicas en el bar.
Los ocho puntos fueron un acontecimiento, pero sus dos tiros libres convertidos de dos intentados son una hazaña que quedará para siempre en la historia. ¿Alguien recuerda la última vez que el nuevo Apolo tocó el aro en dos tiros libres seguidos? ¿A qué no? Pues eso, que el mundo se acaba aunque, de momento, siga saliendo el sol.
El resto del partido tuvo poca leche que contar. Posiblemente lo mejor fueron las albóndigas del bar de enfrente, algunos minutos de lucidez de Jorge y poco más. Hay que destacar siempre, eso sí, el apoyo incondicional de las aficionadas (dos) que rieron sin parar, pero sin maldad, ante los tapones que recibían los muchachos de MdL. Alguno se llevó dos en la misma jugada y se cree, aunque el vídeo no lo ha podido confirmar, que uno de ellos se lo pusieron hasta dos contrarios a la vez. El retapón, se podría decir.
Lo de menos es el resultado, más teniendo en cuenta lo poco que queda para que se cumplan las profecías de Nostradamus. El fin del mundo se acerca, pero no nos importará dejarlo sabiendo que Manuel, después del nacimiento de su Mauro y de la exhibición anotadora, también la sabe meter.
¿Y este qué coño hace?
Jorge, tirador peculiar, con cierto gusto por el “fade away” suicida, se alistó el domingo para correr en “La carrera perfecta” (¿para cuándo el “partido perfecto”, capullo?). La cosa tenía su gracia porque el recorrido, de 10 kilometrazos, empezaba y terminaba ¡en el mismo sitio! En el Retiro. Digo yo que para no ir a ningún lado, igual no hacía falta la paliza. ¿Sabe Jorge cuantas cervezas ha perdido en ese trayecto absurdo? Qué desperdicio.